
Los diferentes especialistas tratantes del área infantil comprendemos lo difícil que es diagnosticar a un niño, pues de este diagnóstico dependerá gran parte de su futuro. No es simplemente, “este niño es muy inquieto, tiene hiperactividad”, o “este niño no habla, seguro tiene autismo”.
Para llegar a un diagnóstico, primeramente hay que pasar un proceso de evaluación que requiere observación directa e indirecta, entrevistas, exámenes, test y demás, que se deben aplicar cuando tenemos una sospecha, y siempre ese temido diagnóstico debe ser lo último de la lista a descartar y no lo primero. Es necesario analizar todos los factores físicos, biológicos, genéticos, ambientales, conductuales, temporales y demás que puedan estar influyendo en los comportamientos que estamos observando en los pequeños.
Sin embargo, a veces pasa lo mas temido por los padres, y como profesionales nos toca dar ese diagnóstico que nadie quiere escuchar. “Su hijo está dentro del espectro del Autismo”, “Su hijo presenta dislexia”. “Su hijo tiene diabetes”… Pero aunque sea atemorizante, NO, ese no es el final del camino, es apenas el comienzo.
Puede que ahora se te esté haciendo difícil procesar todo esto, pero es importante que sepas que el profesional con esto no te está diciendo “Bueno tu hijo tiene esto, vete a casa”, él estará ahí para apoyarte. Pero, ¿Qué es el diagnóstico? El diagnóstico proviene de un factor de riesgo que actual o futuramente está o estará impidiendo el adecuado desarrollo de tu pequeño, y es necesario que te digan “tu hijo tiene esto” porque eso es lo que te va a indicar el camino correcto por el cual deberás transitar ahora.
Es una señal de arrancada para que te pongas los zapatos y salgas a correr. No está mal que te sientas agobiada, asustada, triste, enojada o frustrada, es totalmente natural, pues te acaban de cambiar el panorama de lo que tu te imaginabas, y ahora vas a vivir un proceso de duelo por una pérdida. Sí, la pérdida del “hijo ideal” que te habías construido. Pero aunque tu hijo ya no sea ese “hijo ideal”, no implica que no vaya a ser el hijo perfecto para ti.
La vida es así, Dios no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos. No ganas nada si te dejas envolver por las emociones y te paralizas. Allí estarías dejando ganar a ese diagnóstico. Ahora te toca a ti entrar en acción, informarte, empoderarte y empaparte en el tema, buscar ayuda y hacer todo lo que esté a tu alcance para ayudar a disminuir o eliminar esos factores de riesgo, y lograr que tu hijo alcance su máximo potencial y sea la mejor versión de sí mismo.
Entonces recuerda que el diagnóstico no es una etiqueta, es tu mejor herramienta para ayudar a tu pequeño en su tratamiento y que ambos salgan victoriosos de él. No importa lo que tenga, siempre tendrá un futuro brillante mientras te apoyes de excelentes profesionales en el tema, te mantengas activa y siempre apoyes a tu pequeño, estimulándolo pero también respetando su propio ritmo.