¿Diagnóstico o etiqueta? ¿Lo uso o lo evito?

Debemos usar el diagnóstico o lo evitamos para que no se convierta en una etiqueta?

El diagnóstico, así como otras terminologías científicas existen por una razón y no son para utilizarlos de etiqueta negativa hacia las personas. Este tipo de términos se crearon con la finalidad de poder clasificar a una persona dentro de un rango de características.

¿Para qué nos ayuda esto? Para poder describir sus características y necesidades con mayor facilidad, para comprenderlas, y descubrir qué tipo de intervención, apoyos o cuidados necesitan.

Si analizamos el término “diagnóstico” podremos descubrir que entre sus objetivos está el tener conocimientos para producir cambios planeados, para resolver problemas, satisfacer necesidades, desarrollar potencialidades y desarrollar acciones.

Entonces el problema no surge de utilizar el término diagnóstico, sino cuando las personas comienzan a juzgar este diagnóstico o término, colocándole una connotación peyorativa y colocándole una etiqueta a la persona como si esta no tuviese otras características.

Qué sucede cuando no llamamos a las cosas por su nombre?

No podemos negar que existen las diferencias individuales, ninguna persona es igual a otra y hay multidiversidad, pero eso no va a sustituir que hay cosas que están dentro de la “normalidad”, es decir, que están dentro de lo común, dentro del estándar promedio.

¿Y eso cómo se determina?

A través del método científico. Se evalúa y analiza a la población en masa y se compara cuáles son las características tienen en común las personas (de acuerdo a su edad, a su sexo, a su cultura, u otros) y en cuáles características se diferencian, así como cuáles variables son las que influyen en estas diferencias y similitudes.

Nuevamente, esto se realiza para comprender, describir y clasificar de una manera más rápida y útil, por lo que, aunque se niegue que hay cosas comunes en una sociedad, y se refugie en la verdad de que todos somos diferentes, eso igual no va a sustituir que una persona tenga una u otra característica.

Todos somos diferentes, SI y que no queramos utilizar una etiqueta hacia alguien mediante una palabra es válido, y está bien.

Especialmente cuando es una connotación negativa, o cuando por colocar esa etiqueta no vemos las demás características de esa persona más allá de su diagnóstico, pero, aunque no lo nombremos, no significa que no se tenga esa característica o que eso no existe.

Veamos algunos ejemplos…

Tenemos a una persona que nació con sexo biológico femenino, se le llama “mujer”, y aunque no le llamemos por ese nombre, eso no le cambia su sexo biológico.

A una persona que nació en Venezuela, tiene nacionalidad “venezolana” y aunque no le quisiéramos llamar así, eso no le cambia su nacionalidad.

A una persona que nació con autismo, aunque no le digamos a nadie que tiene “autismo”, eso no le va a quitar a la persona las características como las dificultades que presenta en la comunicación e interacción social, o en su en comportamiento, y así un sinfín de ejemplos más…

De este modo, si le tememos al nombre, es porque no queremos afrontar lo que eso implica, y el negarlo SI trae consecuencias negativas. En cambio, cuando comenzamos por nombrarlo, podemos aceptarlo. 

Por qué menciono esto en el ámbito materno-infantil?

Porque hay un movimiento de personas que se formaron en “crianza” o en “disciplina” u otras certificaciones, que sin tener ningún tipo de estudios base o posteriores en ciencias de la salud, proponen eliminar de nuestro vocabulario estos diagnósticos.

De este modo, están incentivando que no se utilicen las palabras de categorías, condiciones o trastornos, porque sienten que esto no existe, bajo la premisa de que todos los niños son diferentes, o perciben que es ofensivo.

Esta es una realidad preocupante ¿Por qué? Vamos a imaginarnos que esto sucediera con los términos médicos. Todos tenemos diferentes manifestaciones orgánicas y físicas, pero eso no quita que existan condiciones temporales o permamentes, desde la obesidad, hasta el vitíligo.

Entonces si yo decido no nombrar a la obesidad porque todos somos diferentes y todos pueden tener un peso diferente, y por eso no debo darle una etiqueta a alguien de “obeso”, eso igual no le quita a la persona el tener sobrepeso y por tanto, ese diagnóstico.

Eso más bien lleva a la persona a que no busque ayuda, y que por tanto no haga ningún cambio de hábitos que le beneficien.

De igual forma si la persona con vitíligo no desea nombrar que tiene esa condición de vida, eso no cambiaría que si la posee. Y aunque esta es una condición que no tiene cura, al no nombrarla, no buscaría ayuda especializada.

Por esta razón, no descubriría que debe llevar un cuidado especial de su piel, como evitar la exposición solar, por lo cual, podría generarse daños y lesiones irreversibles por no llevar los cuidados necesarios que su tipo de piel requiere.

Es igual con los niños y su salud mental

Lo mismo pasa con niños que, por ejemplo, tienen dificultades de aprendizaje, sufren de alguna dificultad emocional como ansiedad o depresión o que han tenido un trauma psíquico.

También con los que tienen un diagnóstico como un trastorno del neurodesarrollo, o un síndrome, una discapacidad, una condición de vida, o que simplemente estén dentro de una categoría por alguna de las características que posee.

En este sentido, si decimos que todos los niños tienen un aprendizaje diferente (lo cual es cierto), pero nos escudamos en esto, y no afrontamos que un niño tiene una dificultad de aprendizaje específica, por ejemplo, en la lectura, nos quedaríamos en que debería aprender sin un apoyo especializado mediante las estrategias comunes que se aplican en el aula.

¿Entonces que sucedería? Que no nos daríamos cuenta de que ese niño tiene un desarrollo cerebral que funciona de forma diferente, por lo que requiere un método especializado para aprender a leer. Entonces en vez de protegerlo, al no nombrar su dificultad de aprendizaje, le estamos privando del apoyo que necesita para facilitarle su proceso de lectura.

Por lo tanto, si no lo nombramos, no lo aceptamos. Si no lo aceptamos, no buscamos informarnos sobre su característica, y si no nos informamos no vamos a aprender qué significa tener esa característica.

Esto conllevaría a no conocer cuáles son los métodos, técnicas y estrategias que se deben aplicar en el hogar o en su escuela, que pueden beneficiar tanto al niño, como a su familia, su escuela y hasta su comunidad.

Reflexionando

Vamos a normalizar el llamar las cosas por su nombre, el dejar de temerle a las características que poseemos. El quitarle los estigmas negativos, pero no dejando de decirlo, sino por el contrario, aceptando que es así, dándole su verdadero nombre y concientizando a aquellos que no lo conocen o no lo entienden.

Pero no porque así lo digo yo, sino porque así lo dice la ciencia, que es lo que verdaderamente está validado y comprobado, y no sólo dejarnos llevar por lo que un grupo de personas radicales opina. Una opinión nunca será lo mismo que la evidencia científica, así que debemos estar atentos sobre las corrientes que seguimos.

Autora:

Lcda. Jehiveh Mendoza FPV-12-145

La TíaPsicóloga

Lcda. Jehiveh Mendoza la tía psicóloga

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